Lagartijas, hormigas, frío y hambre ( Un texto interesante )
Publicado: 27 Feb 2012, 10:26
A ver lo pongo aquí que sino Pablo me pega , un buen texto del señor Virutas " Manuel Zapico ", es bastante bonito la verdad sobre todo para los que nos gusta la F1 " de otra forma "
http://www.caranddriverthef1.com/formul ... as-f1-han-
A las hormigas no debió hacerles mucha gracia que le pisotearan su casa, perseguir lagartijas era divertido pero improductivo, corrían más, y hace dos décadas los teléfonos móviles no tenían videojuegos... es más: tampoco había teléfonos móviles.
Ante este panorama, capturar coleópteros voladores era tentador, hablar sólo aburrido porque ya sabías lo que te ibas a contar, así que limpiar la cámara pasando el dedo por lo intricado de la mecánica 'de las que usaban película' era la única tarea que te quedaba. El plan era hacerlo sentado en el muro de protección, sin coches en pista, y escuchando el silencio sepulcral apenas roto por el paso de algún avión por el cielo nublado sobre el circuito... pero silencio. Silencio y más silencio. Inactividad. Espera. Paciencia.
Así pasaban las jornadas de pruebas y entrenamientos hace un par de décadas, cuando casi todos los coches iban 'a gasolina', se vendían carretes Kodak en las tiendas de fotografía, los equipos apenas tenían un trailer, puede que dos, y los cascos de los pilotos te los podías comprar en la tienda de motos de la esquina.
Hace unos días, un periodista amigo (pero más joven que El Virutas) largaba por su Twitter: "cuando Alonso fue Campeón, estaba casi sólo en el pitlane y no daban información de tiempos". No, estimado... tú no sabes lo que es la soledad. La soledad es estar esperando tres horas bajo la lluvia a que un solitario coche decida salir a pista mientras proteges con tu cuerpo la cámara para que no se te inunde por dentro; si eso ocurre, adiós cámara ese día, y añade una buena factura de la reparación. Añade también a la escena que en todo el circuito sois dos fotógrafos, ningún cámara de televisión, tan sólo un periodista apostado en la puerta del box durante todo el día, el personal del único equipo que rueda que son unos quince, apenas hay marshalls en todo el trazado, el tipo más cercano a ti está a unos 600 metros y los carretes de diapos que llevas en los bolsillos del chalecos no impermeable que vistes se te están mojando dentro de los bolsillos y con la humedad se te están empezando a revelar... ¡antes incluso de que hagas las fotos! Eso si es la soledad. Abrumado dentro de ella te dices en voz baja "¿que cojones hago yo aquí?", mientras rezas para que la cámara no se te pare con el agua.
Todo esto empieza cuando arrancas el coche a las cuatro de la mañana y sales de casa con 40 kilos de equipo y sin desayunar. Paras a los 300 kms 'a repostar' y aprovechas para hacer un poco más rico al tío que hace los Bollycao y los Cacaolat de chocolate, desayuno standard del viajero solitario, ideal para dar forma a lo que hoy es una molesta hernia de hiato tan perfecta que sirve de ejemplo en la Facultad de Medicina de tu ciudad. Llegas a la pista tras cinco horas al volante. Saludas al jefe de prensa, que te conoce desde que era becario. Pides el pase para meterte por los carriles auxiliares. Bajas a boxes y eres consciente de que tu único compañero es el aire, que por cierto, está inquieto, lo que ayuda a incrementar la desagradable sensación térmica de frío -un concepto nacido en el Siglo XXI; antes era un sencillo "hace un frío que te cagas"-. Te subes el cuello del 'polar' que te te dieron en la presentación de una moto japonesa. Las manos se te empiezan a quedar heladas. En casa 'pelaste' de cajitas de carton y sus cápsulas de plástico los casi 50 carretes de Fuji RD100 que trincaste; ahora van 'al aire', metidos en los bolsillos. Tienes 36 disparos por rollo, 1.800 fotos en total, a unos 4 leuros por carrete y los que tendrás que procesar en un laboratorio esa misma noche... no verás nada hasta mañana.
¡Buuummm!¡Ruido! La explosión inicial del arranque de un motor atruena en la lejanía y levantas la cabeza disparada como por un resorte mientras sonríes de manera casi imperceptible... el cazador ya atisba su presa. Sale Ayrton Senna (por ejemplo), y en un movimiento reflejo y de un vistazo, sin pensarlo, revisas los parámetros de la cámara, mides la luz con un fotómetro que cuelga de tu cuello, y empiezas a ver como un extraño bólido rojiblanco agita la atmósfera con un sonido asincopado, irregular, como tosiendo. Alzas la Canon EOS con un objetivo de enfoque manual y 500mm enganchado y... clac-clac-clac-clac-clac-clac... Disparas una ráfaga sin víctimas, sin más cadáver que el de las hormigas que llevas pisando desde hace rato y cuyas hermanas empiezan a subirte por las botas de trekking que calzas. El bramido del V10 ahoga el sonido de la Canon, pero sabes que disparaste media docena de fotos porque en la ventanita del ingenio nipón dice que te quedan menos disparos disponibles en su cargador.
Tras la vuelta a ritmo lento el carrerista decide meterse en boxes porque las condiciones húmedas de la pista no le han gustado. Tarda una, puede que dos horas antes de decidir volver a salir y allí sigues tú, esperando. Sin más compañía que las veloces lagartijas, las hormigas que aún quedan vivas y la inesperada visita, de paso, del fotero alemán que ejercía de 'competencia' ese día en la pista; saludó en silencio con la cabeza al escuchar un perfecto "hello". No hubo más relación interpersonal. No es un amigo.
Tras hartarte de esperar bajas hasta los boxes y notas como los mecánicos te miran de reojo pero ni te saludan... mala señal, tienen al descubierto algo que no quieren que veas. Uno llega hasta la persiana metálica azul del box y la baja sin mirarte. Se acabó la sesión fotográfica, incluso antes de empezar. Otras veces, si no hay misterios, si van de sobrados esa temporada y hay alegría en el box igual te preguntan que para quien curras. Tú, que eres perro, llevas unas pocas revistas donde has publicado recientemente y se las das al piloto, el epicentro de toda actividad. Les explicas que necesitas hacerle unas fotos, y si él y el jefe de equipo dan el visto bueno, todos te abren la puerta hasta donde quieras. Montas tus flashes, le pides al deportista que suba la cabeza, que sonría, que te señale con el dedo y que sujete con las manos su volante... apenas tiene media docena de botones, no hay grandes misterios en él. Al acabar les dejas tu tarjeta y con suerte, en Navidad te mandan una postal. Schumacher lo hizo durante unos cuantos años.
Acabas tu tarea tras acabar la actividad en pista, a las seis (ahora es a las cinco). Te despides y vuelves a tu coche con las manos un poco menos heladas; no por el cortante frío que te ha tenido aterido toda esa jornada invernal, sino porque el cuerpo se calienta con la tarea bien hecha. Arreas de vuelta a casa. Cenas un bocata de carretera cuando el sol ha acabado también su jornada y te das cuenta de que ese día no has comido. Los circuitos son habitualmente lugares inhóspitos y poco acogedores. El único habituallamiento al que tienes acceso es al agua de alguna manguera. Olvídate de bares, restaurantes o alpiste común: hay lo que te lleves, y si no te llevas nada, o te comes un carrete o pasarás más hambre que el perro de un perroflautista.
Llegas a tu ciudad pasada la medianoche y te vas al laboratorio, donde trabajan por las noches. Atienden a foteros de bodas, comuniones, carnets de conducir, pruebas periciales de un asesinato en una reyerta, o las fotos tomadas por un agente de la Guardia Civil en un accidente. Les sueltas 50 carretes de golpe encima de la mesa y les dices "¿pa cuando están?". La respuesta fría y mecánica del tipo con acento argentino que te atiende es "Si las querés velós podés quedarte acá; las empesamos a prosesár en media hora y te las llevás en un par de horitas". Asientes con la cabeza y piensas que hacer durante esas dos horas. Llega Claudio, un tipo bajito y cabezón que con cara seria pero levantando las cejas y abriendo muchos los ojos (de guasa) te suelta "¿quieres 'La Caja'?", a lo que respondes "échala pacá", y te traen una de lata del tamaño de una caja de zapatos con todos los 'monstruos' que han pasado por las tiradoras manuales en los últimos veinte años. Parejas en situaciones comprometidas, perritos u otros animales lamiendo zonas erógenas, plátanos introducidos por oquedades corpóreas, 'trenecitos' de cuatro o más bigardos bigotudos en una habitación de hotel, o prácticas sexuales que ni siquiera sabías que existían fotografiadas con cámaras de bolsillo y más de la mitad con cabeza cortadas por arriba. Las risotadas llegan hasta el cuarto oscuro donde el argentino está liado con tus 1.800 fotos.
Dos horas más tarde y agotado el imaginativo y sátiro repertorio de posturas de 'La Caja' recoges tu trabajo, te las apuntan en tu cuenta y te piras a dormir cuando empiezas a ser consciente de que hueles a sudor, a esfuerzo, a 900 kilómetros en la espalda y un día currando, sin comer, pero feliz.
Al día siguiente echas un vistazo a las fotos sobre una 'mesa de luz', carísima caja metálica del tamaño de una DIN A3 de la que emana luz y donde se pueden ver un puñado de diapos de golpe. Seleccionas 'las buenas' y sales a media mañana hacia las oficinas de carga de Iberia donde en el servicio Ibexpress te clavan una buena puñalá pero te llevan en medio día las fotos hasta Londres o Hamburgo, epicentro comercial de este tipo de material durante los 80-90 del siglo pasado. Pagas y te piras cogiendo aire. Quedó atrás el tiempo en que te ibas a los pasajeros del avión, o a sus tripulantes, y eran ellos los que te llevaban el paquete y alguien de la agencia le reconocía al llegar y le pedía 'lo mío'.
Por la tarde alguien te llama a casa -no hay móviles- y te dice en inglés con fuerte acento de Hamburgo, "colega, a tu paquete debe haberrle caído encima un elefante o algo pesado que iba en la bodega de carrga y se han jodido la mitad de las fotos"... se te corta la respiración, toses, tragas saliva, y apenas carraspeas cuando te dicen "trranquilo, las fotos de Ayrrton rrezando están bien. No te prreocupes, las quierren en varrios sitios. Buen trrabajo, tío. Ya lo cobrrarrás". Hubo final feliz, como en la pelis de Meg Ryan... pero sin Meg Ryan.
Epílogo: Antes que el prota de nuestro cuento de hoy hubo otros, y después de él habrá más. Cambiarán las formas, los pilotos, puede que los equipos, los medios técnicos, y hasta Ecclestone, que algún día se marchará, pero los que hagan esto, o aman profundamente su tarea o sencillamente tendrán que dedicarse a otra cosa, probablemente mejor pagada, seguramente más tranquila, pero no será un trabajo mejor... porque no lo hay.
PD: la fotografía que acompaña a esta viruta la hizo el que estas letras juntó. Si tienes a mano la película-documental "Senna", vete al minuto 41:26seg, cuando el piloto brasileño sale de su box para dirigirse a la parrilla el 30 de Septiembre de 1990, durante el Gran Premio de España en Jerez. El tipo que hay en el centro de la imagen que viste jersey amarillo, bermudas beige y zapatillas (Dunlop) blancas que se gira para hacerle una foto mientras enfila el carril de aceleración… es el mismo que hizo la fotografía de Senna unos diez minutos antes (la de arriba). Entonces había menos barriga, más pelo, y menos mala leche, pero es que el tiempo pasa.
Dedicado al Merlos, al Blancafort, al Rubio, al Castella, al Viaplana, al Paco Peña, al Lobato, a Nira, del Castillo, a Julito Morales, al Romojaro, a los equipos de TPA, Canal 9, TV3, (ahora) Antena3, a Carlos Miquel, a Mani Franco, al Canseco, al Rosaleny, a Jesús Fraile, a Pedro Fermín Flores y todos esos colegas que se dejan y se han dejado la salud, la familia, y la vida en traernos a casa las carreras. A todos ellos, gracias.
@VirutasF1
http://www.caranddriverthef1.com/formul ... as-f1-han-
A las hormigas no debió hacerles mucha gracia que le pisotearan su casa, perseguir lagartijas era divertido pero improductivo, corrían más, y hace dos décadas los teléfonos móviles no tenían videojuegos... es más: tampoco había teléfonos móviles.
Ante este panorama, capturar coleópteros voladores era tentador, hablar sólo aburrido porque ya sabías lo que te ibas a contar, así que limpiar la cámara pasando el dedo por lo intricado de la mecánica 'de las que usaban película' era la única tarea que te quedaba. El plan era hacerlo sentado en el muro de protección, sin coches en pista, y escuchando el silencio sepulcral apenas roto por el paso de algún avión por el cielo nublado sobre el circuito... pero silencio. Silencio y más silencio. Inactividad. Espera. Paciencia.
Así pasaban las jornadas de pruebas y entrenamientos hace un par de décadas, cuando casi todos los coches iban 'a gasolina', se vendían carretes Kodak en las tiendas de fotografía, los equipos apenas tenían un trailer, puede que dos, y los cascos de los pilotos te los podías comprar en la tienda de motos de la esquina.
Hace unos días, un periodista amigo (pero más joven que El Virutas) largaba por su Twitter: "cuando Alonso fue Campeón, estaba casi sólo en el pitlane y no daban información de tiempos". No, estimado... tú no sabes lo que es la soledad. La soledad es estar esperando tres horas bajo la lluvia a que un solitario coche decida salir a pista mientras proteges con tu cuerpo la cámara para que no se te inunde por dentro; si eso ocurre, adiós cámara ese día, y añade una buena factura de la reparación. Añade también a la escena que en todo el circuito sois dos fotógrafos, ningún cámara de televisión, tan sólo un periodista apostado en la puerta del box durante todo el día, el personal del único equipo que rueda que son unos quince, apenas hay marshalls en todo el trazado, el tipo más cercano a ti está a unos 600 metros y los carretes de diapos que llevas en los bolsillos del chalecos no impermeable que vistes se te están mojando dentro de los bolsillos y con la humedad se te están empezando a revelar... ¡antes incluso de que hagas las fotos! Eso si es la soledad. Abrumado dentro de ella te dices en voz baja "¿que cojones hago yo aquí?", mientras rezas para que la cámara no se te pare con el agua.
Todo esto empieza cuando arrancas el coche a las cuatro de la mañana y sales de casa con 40 kilos de equipo y sin desayunar. Paras a los 300 kms 'a repostar' y aprovechas para hacer un poco más rico al tío que hace los Bollycao y los Cacaolat de chocolate, desayuno standard del viajero solitario, ideal para dar forma a lo que hoy es una molesta hernia de hiato tan perfecta que sirve de ejemplo en la Facultad de Medicina de tu ciudad. Llegas a la pista tras cinco horas al volante. Saludas al jefe de prensa, que te conoce desde que era becario. Pides el pase para meterte por los carriles auxiliares. Bajas a boxes y eres consciente de que tu único compañero es el aire, que por cierto, está inquieto, lo que ayuda a incrementar la desagradable sensación térmica de frío -un concepto nacido en el Siglo XXI; antes era un sencillo "hace un frío que te cagas"-. Te subes el cuello del 'polar' que te te dieron en la presentación de una moto japonesa. Las manos se te empiezan a quedar heladas. En casa 'pelaste' de cajitas de carton y sus cápsulas de plástico los casi 50 carretes de Fuji RD100 que trincaste; ahora van 'al aire', metidos en los bolsillos. Tienes 36 disparos por rollo, 1.800 fotos en total, a unos 4 leuros por carrete y los que tendrás que procesar en un laboratorio esa misma noche... no verás nada hasta mañana.
¡Buuummm!¡Ruido! La explosión inicial del arranque de un motor atruena en la lejanía y levantas la cabeza disparada como por un resorte mientras sonríes de manera casi imperceptible... el cazador ya atisba su presa. Sale Ayrton Senna (por ejemplo), y en un movimiento reflejo y de un vistazo, sin pensarlo, revisas los parámetros de la cámara, mides la luz con un fotómetro que cuelga de tu cuello, y empiezas a ver como un extraño bólido rojiblanco agita la atmósfera con un sonido asincopado, irregular, como tosiendo. Alzas la Canon EOS con un objetivo de enfoque manual y 500mm enganchado y... clac-clac-clac-clac-clac-clac... Disparas una ráfaga sin víctimas, sin más cadáver que el de las hormigas que llevas pisando desde hace rato y cuyas hermanas empiezan a subirte por las botas de trekking que calzas. El bramido del V10 ahoga el sonido de la Canon, pero sabes que disparaste media docena de fotos porque en la ventanita del ingenio nipón dice que te quedan menos disparos disponibles en su cargador.
Tras la vuelta a ritmo lento el carrerista decide meterse en boxes porque las condiciones húmedas de la pista no le han gustado. Tarda una, puede que dos horas antes de decidir volver a salir y allí sigues tú, esperando. Sin más compañía que las veloces lagartijas, las hormigas que aún quedan vivas y la inesperada visita, de paso, del fotero alemán que ejercía de 'competencia' ese día en la pista; saludó en silencio con la cabeza al escuchar un perfecto "hello". No hubo más relación interpersonal. No es un amigo.
Tras hartarte de esperar bajas hasta los boxes y notas como los mecánicos te miran de reojo pero ni te saludan... mala señal, tienen al descubierto algo que no quieren que veas. Uno llega hasta la persiana metálica azul del box y la baja sin mirarte. Se acabó la sesión fotográfica, incluso antes de empezar. Otras veces, si no hay misterios, si van de sobrados esa temporada y hay alegría en el box igual te preguntan que para quien curras. Tú, que eres perro, llevas unas pocas revistas donde has publicado recientemente y se las das al piloto, el epicentro de toda actividad. Les explicas que necesitas hacerle unas fotos, y si él y el jefe de equipo dan el visto bueno, todos te abren la puerta hasta donde quieras. Montas tus flashes, le pides al deportista que suba la cabeza, que sonría, que te señale con el dedo y que sujete con las manos su volante... apenas tiene media docena de botones, no hay grandes misterios en él. Al acabar les dejas tu tarjeta y con suerte, en Navidad te mandan una postal. Schumacher lo hizo durante unos cuantos años.
Acabas tu tarea tras acabar la actividad en pista, a las seis (ahora es a las cinco). Te despides y vuelves a tu coche con las manos un poco menos heladas; no por el cortante frío que te ha tenido aterido toda esa jornada invernal, sino porque el cuerpo se calienta con la tarea bien hecha. Arreas de vuelta a casa. Cenas un bocata de carretera cuando el sol ha acabado también su jornada y te das cuenta de que ese día no has comido. Los circuitos son habitualmente lugares inhóspitos y poco acogedores. El único habituallamiento al que tienes acceso es al agua de alguna manguera. Olvídate de bares, restaurantes o alpiste común: hay lo que te lleves, y si no te llevas nada, o te comes un carrete o pasarás más hambre que el perro de un perroflautista.
Llegas a tu ciudad pasada la medianoche y te vas al laboratorio, donde trabajan por las noches. Atienden a foteros de bodas, comuniones, carnets de conducir, pruebas periciales de un asesinato en una reyerta, o las fotos tomadas por un agente de la Guardia Civil en un accidente. Les sueltas 50 carretes de golpe encima de la mesa y les dices "¿pa cuando están?". La respuesta fría y mecánica del tipo con acento argentino que te atiende es "Si las querés velós podés quedarte acá; las empesamos a prosesár en media hora y te las llevás en un par de horitas". Asientes con la cabeza y piensas que hacer durante esas dos horas. Llega Claudio, un tipo bajito y cabezón que con cara seria pero levantando las cejas y abriendo muchos los ojos (de guasa) te suelta "¿quieres 'La Caja'?", a lo que respondes "échala pacá", y te traen una de lata del tamaño de una caja de zapatos con todos los 'monstruos' que han pasado por las tiradoras manuales en los últimos veinte años. Parejas en situaciones comprometidas, perritos u otros animales lamiendo zonas erógenas, plátanos introducidos por oquedades corpóreas, 'trenecitos' de cuatro o más bigardos bigotudos en una habitación de hotel, o prácticas sexuales que ni siquiera sabías que existían fotografiadas con cámaras de bolsillo y más de la mitad con cabeza cortadas por arriba. Las risotadas llegan hasta el cuarto oscuro donde el argentino está liado con tus 1.800 fotos.
Dos horas más tarde y agotado el imaginativo y sátiro repertorio de posturas de 'La Caja' recoges tu trabajo, te las apuntan en tu cuenta y te piras a dormir cuando empiezas a ser consciente de que hueles a sudor, a esfuerzo, a 900 kilómetros en la espalda y un día currando, sin comer, pero feliz.
Al día siguiente echas un vistazo a las fotos sobre una 'mesa de luz', carísima caja metálica del tamaño de una DIN A3 de la que emana luz y donde se pueden ver un puñado de diapos de golpe. Seleccionas 'las buenas' y sales a media mañana hacia las oficinas de carga de Iberia donde en el servicio Ibexpress te clavan una buena puñalá pero te llevan en medio día las fotos hasta Londres o Hamburgo, epicentro comercial de este tipo de material durante los 80-90 del siglo pasado. Pagas y te piras cogiendo aire. Quedó atrás el tiempo en que te ibas a los pasajeros del avión, o a sus tripulantes, y eran ellos los que te llevaban el paquete y alguien de la agencia le reconocía al llegar y le pedía 'lo mío'.
Por la tarde alguien te llama a casa -no hay móviles- y te dice en inglés con fuerte acento de Hamburgo, "colega, a tu paquete debe haberrle caído encima un elefante o algo pesado que iba en la bodega de carrga y se han jodido la mitad de las fotos"... se te corta la respiración, toses, tragas saliva, y apenas carraspeas cuando te dicen "trranquilo, las fotos de Ayrrton rrezando están bien. No te prreocupes, las quierren en varrios sitios. Buen trrabajo, tío. Ya lo cobrrarrás". Hubo final feliz, como en la pelis de Meg Ryan... pero sin Meg Ryan.
Epílogo: Antes que el prota de nuestro cuento de hoy hubo otros, y después de él habrá más. Cambiarán las formas, los pilotos, puede que los equipos, los medios técnicos, y hasta Ecclestone, que algún día se marchará, pero los que hagan esto, o aman profundamente su tarea o sencillamente tendrán que dedicarse a otra cosa, probablemente mejor pagada, seguramente más tranquila, pero no será un trabajo mejor... porque no lo hay.
PD: la fotografía que acompaña a esta viruta la hizo el que estas letras juntó. Si tienes a mano la película-documental "Senna", vete al minuto 41:26seg, cuando el piloto brasileño sale de su box para dirigirse a la parrilla el 30 de Septiembre de 1990, durante el Gran Premio de España en Jerez. El tipo que hay en el centro de la imagen que viste jersey amarillo, bermudas beige y zapatillas (Dunlop) blancas que se gira para hacerle una foto mientras enfila el carril de aceleración… es el mismo que hizo la fotografía de Senna unos diez minutos antes (la de arriba). Entonces había menos barriga, más pelo, y menos mala leche, pero es que el tiempo pasa.
Dedicado al Merlos, al Blancafort, al Rubio, al Castella, al Viaplana, al Paco Peña, al Lobato, a Nira, del Castillo, a Julito Morales, al Romojaro, a los equipos de TPA, Canal 9, TV3, (ahora) Antena3, a Carlos Miquel, a Mani Franco, al Canseco, al Rosaleny, a Jesús Fraile, a Pedro Fermín Flores y todos esos colegas que se dejan y se han dejado la salud, la familia, y la vida en traernos a casa las carreras. A todos ellos, gracias.
@VirutasF1